Día a día, esto se expresa con mayor nitidez y aún no es nada comparado con lo que vendrá.
Las federaciones –nacionales e internacionales– y los clubes han dejado de ser entes gobernados por el voluntarismo de algún hincha adinerado. Ahora se trata de empresas y se gestionan como tales. Ya no vale sólo obtener buenos resultados deportivos: también hay que ganar dinero y las fórmulas para lograrlo se han multiplicado.
La FIFA ha marcado el camino. Su capacidad para multiplicar dividendos en cada evento importante, gracias a la venta de derechos de televisión, publicidad, comercialización de productos con emblemas y mascotas oficiales –entre otros métodos– empieza a ser copiada en diferentes países. Un ejemplo es el famoso club Barcelona de España, el área de merchandising del club catalán –nacida hace unos años– ha firmado acuerdos con unas 200 empresas que fabrican más de 2.000 productos con el escudo o los colores del Barcelona… desde playeras, hasta joyas de oro, brillantes, zafiros y rubíes. Por otra parte, a la instalación de tiendas dentro del Camp Nou para vender toda esta clase de mercadería –algo que dentro de poco tiempo erradicará los ancestrales puestos alrededor de los estadios– le ha seguido la creación de las tiendas semejantes en todas las capitales de las provincias españolas. Los beneficios de los royalties pueden superar miles de dólares al año, dependiendo del club y de los resultados del equipo.
