Dogomar vs. Archie Moore

“Combatir con un campeón del calibre de Archie Moore significa una verdadera aventura para cualquier pugilista del mundo, llámese como se llame y sea quien sea. Y si se va al combate con tamaño rival en condiciones desventajosas – por razones de contrato – como las que se vió precisado a aceptar Dogomar, llegaremos a la conclusión de que no se presentaban las cosas color de rosa para el bravo boxeador montevideano. En efecto por esa norma existente con respecto a los campeones mundiales que cuando combaten sin estar el título en juego, deben hacerlo con hombres que no estén

“Combatir con un campeón del calibre de Archie Moore significa una verdadera aventura para cualquier pugilista del mundo, llámese como se llame y sea quien sea. Y si se va al combate con tamaño rival en condiciones desventajosas – por razones de contrato – como las que se vió precisado a aceptar Dogomar, llegaremos a la conclusión de que no se presentaban las cosas color de rosa para el bravo boxeador montevideano. En efecto por esa norma existente con respecto a los campeones mundiales que cuando combaten sin estar el título en juego, deben hacerlo con hombres que no estén dentro de la categoría. Dogomar debió presentarse excedido de peso. Sabemos que el uruguayo, que fue un mediano grande hasta no hace mucho tiempo, decidió luego combatir en medio pesado ya que se encontraba cómodo en los 76 o 77 kilos. Pero ocurre que en ese peso no podía medirse con Archie de acuerdo a la norma antes señalada, porque Moore fuera de campeonato solo pelea con pesados. Y Dogomar debió comprometerse a no subir al ring con un peso inferior a los 79 kilogramos 600 lo que equivale a decir que se obligaba a pelear con dos kilos de grasa demás en su cuerpo. El rioplatense  se mostraría más lento que de costumbre, con menos cintura y tal vez con menos precisión en su acción general. Archie sabía por referencias, que puntos calzaba el oriental. Y salió a matar, esa es la verdad. No podía permitir que se agrandara un rival. Lo que nos permitió ver al formidable campeón en toda su fiereza. Adusto el ceño, la barbilla recogida, impresionante el conjunto formado por torso y brazos…columnas de bronce. El paso seguro, firme, pausado y las manos veloces, certeras y rotundas. Salió a matar.

Pero Dogomar, en retroceso – lógico – mostró su capacidad defensiva. Y voló el Luna Park en explosiones de entusiasmo, cuando se le vió utilizar los esguinces como un artista; cuando se le vió trabar con soltura y elegancia. Y cuando se le vió replicar con acierto en izquierdas veloces, penetrantes, precisas. Claro que pronto pudo verse que las cartas estaban echadas. Y que no podía ser otro que Archie Moore el rotundo vencedor. Pero hete aquí que entonces comenzó lo que podríamos llamar epopeyica – valga el simil – tarea de Dogomar. Demostrar que los títulos de invicto se defienden hasta el fin, con todo, hasta con lo imposible. Y pese a haber sido derribado con una terrible zurda al hígado en el quinto round y pese a haber caído acribillado por los terribles impactos del rival en el octavo round, sacó fuerzas de flaqueza y haciendo honor a su indómita raza charrúa, batalló guapamente hasta el final, escribiendo una página brillante para el boxeo rioplatense en la que fue acompañado por el cariño inmenso de todos los argentinos, que lo aplaudieron con frenesí, ganados por este hermano transplatino, que se ha sentido en Buenos Aires como en su propia casa ya que en ningún instante le faltó el aliento constante y el estímulo vigoroso de los espectadores que agradeció verdaderamente emocionado’’

Por: Lito Mas, de la revista argentina “La Cancha’’.
Extraído de: “Estrellas Deportivas’’. 30 de noviembre de 1977.-

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