Amaneciendo

La ciudad duerme, comienza a clarear, la torre de la iglesia, el viejo campanario es lo primero que comienza a alumbrar.

El día se despereza y todo comienza a tomar vida otra vez.Las ramas de los árboles se engalanan con los promeros trinos de los pájaros, corre una brisa fresca y el rocío comienza a secarse en los campos. Cubre el río una neblina pegajosa, el agua ni se mueve y los verdes camalotes van dibujando la ribera de este cauce quieto, casi muerto, insensible. El sol ya se perfila en el horizonte , se adivina a través de esa luz rojiza que se cuela entre las nubes mañaneras. Las calles de la ciudad, estrechas y vacías van marcando los límites de cada alma, un perro vagabundo se levanta cansinamente y busca cuaquier rumbo. Junto al río se desdibuja un bosque, un bosque que se mueve, que se agita, hay un movimiento apagado que avanza, se escucha el crujir de las hojas secas que son aplastadas por pasos,pasos ligeros y rítmicos.

Pasos que cumplen órdenes, son soldados, arrastran sus armas, sus cañones, sus bayonetas y su cansancio. Se van distribuyendo en el claro que está a orillas del río, los cañones se mueven apuntando a la ciudad, lentamente, buscando el blanco seguro.

Una mujer se levanta, arropa a los niños, inicia el fuego en la estufa y comienza a preparar el desayuno, es como un eco que de casa en casa se va contagiando, la gente empieza a despertarse.

El hombre se para adelante de sus soldados, su sola presencia es una orden…

‘’Todos a sus puestos’’
‘’Listos para la primera descarga’’

Los cañones oscilan otra vez como si asintieran, silencio total, nada se mueve, no se puede fallar. La orden cortó el aire y sonó seca y despiadada – ‘’Fuego’’…’’Fuego’’

No se sintió un solo disparo, el silencio seguía siendo profundo…el hombre repitió la orden…

‘’Fuego’’… ‘’Fuego a discresión’’… ’’Fuego’’…

Nadie se movió, nadie apretó el gatillo, los soldados estaban cada vez mas cansados, aplastados, como si algo pesara sobre sus hombros y en sus rostros se reflejaba una tristeza inmensa.

‘’Si no me obedecen les levantaré Consejo de guerra a todos’’

Un soldado se adelantó…’’perdón mi capitan, nosotros no dispararemos un tiro más sobre gente inocente y que ni siquiera conocemos, no mataremos más a mujeres y niños que ningún mal nos han hecho”.

‘’Pero ustedes son soldados, su deber es luchar por la patria’’
‘’Capitán, la patria no ha hecho nada por nosotros, nosotros y nuestras familias seguimos viviendo en barrios pobres, con carencia de trabajo y poca, muy poca educación para nuestros hijos’’.
“Que vengan a disparar los cañones, a apretar el gatillo todos esos señores que sentados en un escritorio dictan el destino de los pueblos del mundo’’…

Los soldados comenzaron a internarse en el bosque. Arrastrando los pies en una retirada triste y solemne. El cápitan, fue el últino en abandoner sus cañones y se hundió en la espesura.

El sol ya lo alumbraba todo, su calor borraba la neblina del arroyo y los niños comenzaban a despertar. Era un nuevo día, un nuevo día de esperanza y paz.

Por: Gualberto Milán.
Trabajo presentado el sábado 30 de abril del 2011. (El Alma Hispana). Décima edición.

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